En el principio fue el canon
Así inicia la búsqueda de conformar un corpus canónico a partir de mi criterio personal sobre qué es el arte de contar historias
Desde hace un tiempo que tengo ganas de “activar” algún tipo de material nuevo y periódico. Si bien esa necesidad, en general, la tengo cubierta con el videopodcast “Círculo Vicioso” de un tiempo acá quiero escribir y/o hablar de algunos temas que exceden los márgenes del formato.
Le dí muchas vueltas al asunto, pensé en grabar un nuevo podcast (pero me pareció muy trillado), de producir “video ensayos” (pero me pareció todavía más trillado) así que decanté por la opción más sencilla como inevitable. Por qué en vez de intentar plegarme a lo que marca la época (video ensayos, podcast, newsletter) no me hago el anti, un poco como siempre, y vuelvo para atrás. Así que acá estamos, de nuevo, en otra aventura bloguera.
Opté por el texto que, a esta altura, es la forma más sencilla de producción. Cualquiera de las otras dos opciones involucraban, de mínima, escribir un guión y luego producir el material, sea en audio, sea en video, sea en ambos. No tengo ni tiempo, ni ganas de seguir incursionando en ese estilo de comunicación, al menos no por ahora. La pata “youtube” como dije antes ya la tengo cubierta con CV y creo que es más que suficiente. Entonces que sea solo texto y que se muera el “high end”. Es (mi) tiempo de volver al lofi.
Es se trata de retomar una vieja idea que tengo en la cabeza desde hace años que es mezcla idea, mezcla fantasía, mezcla delirio. Pero siempre que la pienso me da una buena sensación. De un tiempo acá juego con la idea de armar un libro (o una revista grande) aunque en realidad sería algo más como una guía de teléfono, con tapa blanda y hojas finitas, donde estuviese recopilado todo el material que, en mi humilde opinión, es obligatorio ver, leer y escuchar antes de morir. A esa guía ficticia siempre la pensé como un “canon”.
Todo empezó medio como un chiste de twitter donde yo subía una película como, no sé, Comando y solo ponía la palabra “canon”. De ahí en más empecé a hacerlo seguido, ví que tenía algo de sentido y si no hubiese borrado los tuits los podría estar citando acá. Pero no se puede. En fin.
La idea de que hay un canon de cierto tipo de cine, cierto tipo de música y cierto tipo de libros y cierto tipo de historietas que forman un todo cohesionado, me entusiasma mucho. Más aún si yo puedo ser quien determine que entra y que no entra en ese canon. Algo así como un canon personal sobre las piezas de la cultura que más me gustaron o que, al menos, fueron formadoras en mi forma de ver el mundo.
Porque un poco de eso se trata todo este asunto que tengo con la ficción, las historias, los cuentos y los mitos. Son ficciones pero que influyen, de alguna forma, en mi capacidad de ver la realidad. En mi forma de entender el mundo. En mi forma de sentir, también.
¿Qué es un Canon?
En su libro “En el principio Dios creó el Canon” el filósofo argentino Eduardo Rabossi habla de la conformación de la filosofía como una práctica a partir de un cierto canon de textos, y dice que:
“[...] toda profesión supone la existencia de un canon, es decir, de una preceptiva básica que estipula y define el dominio, los supuestos teóricos y prácticos, las metas, los objetivos y los valores que les son propios. Los cánones de las profesiones subyacen a los requisitos formales exigidos para la práctica profesional, determinan la concepción general de la disciplina y fijan los límites de su ejercicio legítimo.”
Tal vez esta definición es un poco avanzada o explica mucho más de lo que nosotros queremos decir. Podemos pensar en múltiples cánones, rectores de múltiples disciplinas.
Un canon, en una definición más sencilla que la de Rabossi, es en definitiva el cuerpo de textos que resulta de la aplicación de un criterio de selección sobre otro cuerpo. Un canon es el resultado de una función que consiste en aplicar un criterio a un cuerpo y, de esa forma, obtener otro. Como dice Daniel Dennet “un autor es el mecanismo mediante el cual una biblioteca se convierte en otra”.
Pongo un ejemplo un poco tosco pero sencillo. La biblia es una colección de libros que proceden de un montón de tradiciones literarias diferentes, e incluso cuentan cosas diferentes. La biblia, además, no fue escrita en el momento de los acontecimientos que ella describe si no que es posterior (dejando de lado todo el problema de la historicidad de la misma). A esto se le suma el problema de la división entre antiguo y nuevo testamento. El antiguo testamento relata todas las vivencias del pueblo judío desde el génesis hasta la época de los profetas, mientras que el nuevo testamento arranca con la aparición de Jesus como mesías del pueblo judío.
Como sea, hubo un momento en la historia (creo que en la edad media) donde los cristianos dijeron: esta colección de textos entra en la biblia y todos estos otros quedan afuera. De hecho una de las diferencias significativas entre Católicos y Protestantes tiene que ver con algunos libros del antiguo testamento que no fueron incluídos en las versiones de los reformistas. En fin, en este caso la selección de textos conforma el “canon” bíblico y todos los otros textos que tratan sobre la vida de Jesus y no están incluídos en el canon son considerados “apócrifos”.
Esta idea de canon se volvió muy popular con el correr del tiempo en los universos de ficción donde dada la cantidad de material acerca de cada personaje, por ejemplo Superman, creó la necesidad de que los fans puedan distinguir cuáles de todos los textos son canónicos, es decir, forman parte de la selección oficial que conforman la historia de un personaje o universo. De ahí también la explosión del género del fanfiction que permitió a los propios usuarios crear historias “apócrifas” o “no canónicas” de sus personajes favoritos. De hecho, uno de los grandes acontecimientos de la compra de Star Wars por parte de Disney fue “descanonizar” todo lo que se conocía como “universo expandido” que era la colección de historietas creadas en el mismo universo de la trilogía original. La lucha por las historias es siempre la lucha por el canon.
Mi Canon
“ [...]una preceptiva básica que estipula y define el dominio, los supuestos teóricos y prácticos, las metas, los objetivos y los valores que les son propios”.
Volviendo a la definición de Rabossi ¿para qué crear un canon? No es acaso el nombre exagerado a una simple selección de materiales culturales. Si, es muy probable que sólo sea un capricho. Sin embargo, creo que es algo que va a aparecer a lo largo de esta búsqueda: no un criterio común pero sí un ejercicio reflexivo acerca de los materiales que incluímos. El porqué los incluímos, como se relaciona con otros materiales del canon y qué aporta. Creo que también usar la palabra canon es bajarle un poco el precio al concepto. Si bien ya está lo suficientemente popularizado como para tener un precio bajo, todavía resuena en algunos lugares de valor cultural ¿qué es la “cultura” si no la lucha por la definición del canon? En este sentido, la jugada es clara. En vez de intentar disputar o reformar cánones ajenos, que mejor que crear uno propio. A imagen y semejanza de los gustos y la neurosis personal.
Hecha esta presentación no queda más que esperar hasta la próxima entrega con el primer material “canónico”. Y con ello empezar a “estipular y definir el dominio” así como las “metas objetivos y valores que le son propios”. Es decir, que quiero decir yo sobre el fino arte de contar historias, a partir de una fina selección de trabajos que, de muchas formas, nos precedieron. Y quizá con algo de suerte, y mucha constancia, determinar la concepción general de la disciplina y fijar los límites de su ejercicio legítimo.
Post Data: Un detalle, no menor, pero que guía de alguna forma el espíritu de este espacio es que, precisamente, la productora/distribuidora de un montón de filmes que vamos a incorporar a nuestro canon se llamaba Cannon y es la imagen que ilustra el comienzo de este posteo. Las señales siempre están ahí para quién quiera verlas.