The Terminator (1984)
Introducimos al canon una de las películas más importantes de la década de los ochenta, un pilar del relato cinematográfico de ciencia ficción.
Terminator, otra de las piedras fundamentales del canon, en términos no tan formales es la película que puso a James Cameron entre los grandes directores de Hollywood, convirtió a Arnold Schwarzenegger en un ícono y nos regaló a uno de los mejores enemigos modernos de la humanidad: la supercomputadora/inteligencia artificial, Skynet.
La obra reconfigura la paranoia apocalíptica de la guerra fría y hace explícito el clásico problema del uso de la tecnología como arma (weaponization). Ya no se trata del miedo a la mutua eliminación por causas políticas, sino a la desaparición de la Humanidad de la faz de la Tierra por un problema casi técnico. El exterminio total de la especie humana sucede a partir de que Estados Unidos delega el control total de su arsenal nuclear en la supercomputadora Skynet, que decide eliminar la Humanidad.
Terminator lleva al cine el “riesgo existencial” que supone la creación de una Inteligencia Artificial General. El viejo temor de la rebelión del monstruo de Frankenstein llevado a una escala global.
¿O es, tal vez, una metáfora acerca de la autonomía del complejo militar-industrial estadounidense por encima de la sociedad civil? Terminator se inserta en el canon en la misma veta de Akira: guerras nucleares, ciencia fuera de control y militarismo puesto en línea para crear una fábula moderna sobre los peligros de la tecnificación total del mundo.
El drama universal y la historia particular
Corre el año 1984 y desde el futuro, año 2029, arriban dos personajes. Kyle Reese, soldado de la resistencia humana y fiel ladero de John Connor, y un Terminator modelo T-800, con el objetivo de asesinar a Sarah Connor, futura madre de John. El cyborg es enviado por Skynet. La supercomputadora creada por el ejército de Estados Unidos para automatizar la defensa del país, que logra autoconciencia, provoca una guerra nuclear con Rusia, y sobre las ruinas de un planeta devastado por el holocausto nuclear lanza un asalto final sobre la Humanidad valiéndose de varios modelos de robots asesinos para aniquilar los últimos vestigios que queden.
Imbricados en un complejo juego de cacería, la gente del futuro resiste como puede los ataques de los cada vez mejores sistemas de infiltración y exterminio creados por Skynet que, a su vez agotada de la dinámica de “buscar y aniquilar”, pretende dar un golpe definitivo que termine con la resistencia humana de una vez y para siempre.
Cameron aprovecha los ciento siete minutos del metraje para darnos una de las visiones más desoladoras posibles del futuro. Si algo queda aún pendiente en la saga de Terminator (que, como toda persona de bien, yo cuento hasta la segunda película) es contar la historia de esa futura guerra.
La película, una gran persecución entre el Terminator, Sarah y Kyle, transcurre en la periferia de una ciudad de Los Angeles poblada de callejones sucios, tiendas de descuento, restaurantes, comisarías y moteles baratos. El primer gran acierto de la película es someter todo el destino de la Humanidad a la historia de estos tres personajes. Si bien la guerra contra las máquinas es el telón de fondo, los espectadores asistimos a las peripecias de los personajes para huir de la máquina asesina, implacable y casi indestructible.
La guerra por la supervivencia de la especie (el drama universal) se resume a la lucha entre estos tres personajes (el drama particular) y sin duda este es de los mayores aciertos de la película, dado que utiliza un esquema muy trillado (personaje A huye de personaje B) y popular en la época para contar, bajo el manto del cine slasher, la historia de un drama universal. Sólo las formas más elevadas de arte pueden lograr esto.
Este esquema también recuerda mucho a los relatos acerca del nacimiento de Jesus en el Nuevo Testamento. Maria, embarazada en forma milagrosa por el espíritu santo, y José, viajan a Belén, no encuentran lugar de hospedaje, se refugian en un establo y luego de que el rey Herodes mandara a matar a todos los recién nacidos, la familia huye al desierto de Egipto.
Así como en el relato bíblico, el drama íntimo de esa familia marcará el destino de la Humanidad.
El rizo temporal
Promediando la película y después de ver cómo Kyle Reese había desarrollado un amor particular por Sarah a través de una fotografía que el propio John le regalaría en el futuro, entre los dos personajes florece el amor y en una noche de pasión consuman la gestación del salvador de la Humanidad.
A partir de ahí, entramos en una especie de rizo temporal donde la llegada de Reese al presente es necesaria para la existencia de John Connor. En ese preciso instante el relato de ciencia ficción deviene algo más parecido a un relato mítico o trágico en tanto que las acciones de sus personajes parecen estar predeterminadas, más allá de su propia voluntad o, mucho peor, acorde a ésta.
En términos de la propia historia sólo nos resta ver como Sarah aplasta con una máquina hidráulica al implacable Terminator, que antes de morir se carga la vida del mejor soldado del futuro de todos los tiempos. Y es en ese preciso instante, justo cuando logra destruir al Terminator por sus propios medios, que Sarah Connor, la inocente mujer de la década de los ochenta, se convierte en Sarah Connor, la leyenda, en el símbolo de la resistencia contra las máquinas y, como diría Kyle Reese, “la luz en las horas más oscuras”.
También es significativo que en las escenas borradas de la película, una vez destruído Terminator, un grupo de ingenieros toman los restos que quedaron y los utilicen como punto de partida para la construcción de Skynet. De hecho, en la misma escena vemos que la fábrica automatizada donde se desató la lucha final entre Connor y el Terminator, no es otra que Cyberdyne Systems. Esta línea argumental será explorada con mayor detalle en Terminator 2: Judgment Day1.
Así, vemos que no sólo John Connor es producto de una paradoja temporal sino que Skynet también lo es, lo que conforma una paradoja temporal, o un loop/rizo inexplicable desde el punto de vista racional o al menos desde una concepción lineal del tiempo. Así, Terminator se inscribe en una noción de tiempo circular, cíclico o quizá una sucesión de rizos sobre una línea de tiempo, lo que eleva al relato a una condición mítica en la que los personajes de esta tragedia existen en “un tiempo más allá del tiempo”, un drama cósmico que se recrea en forma permanente y eterna, y que existe en un tiempo distinto al de la Humanidad.
Otra vez Frankestein
Como dijimos ya varias veces, el canon no sólo trata de explicar los argumentos de una película sino de explorar los temas que presenta y sus conexiones con otros (potenciales) elementos del canon. Según se advierte, el terror nuclear y los experimentos científicos sublevados contra el propio creador son algunos de los primeros elementos en repetirse. Sí, otra vez Frankestein (y de mínima queda al menos otramás: Jurassic Park).
Terminator es, ante todo, una fábula romántica, no en el sentido del amor romántico sino en la referencia al movimiento conocido como “romanticismo” que en los albores del siglo XIX encarnó una suerte de respuesta a los ideales “ilustrados”. Mientras que los valores ilustrados impulsados a partir del “siglo de las luces” y el advenimiento del racionalismo estaban emparentados con un optimismo metafísico en torno al desarrollo de la ciencia y la tecnología como vectores del progreso humano, el romanticismo funciona como la contracara, apelando a los desastres producidos por las sucesivas revoluciones industriales, la exaltación de la naturaleza, los valores nacionales (entendidos como conjunción metafísica con cierto folklore telúrico) y cierta visión pesimista acerca de la naturaleza del hombre.
Pese a que Frankenstein se asocia con el monstruo, es en realidad el nombre del científico que lo creó. Escrita en 1818 por Mary Shelly, la novela se convirtió en un pilar de la cultura occidental y en la matriz donde se inscriben este tipo de historias. En el libro, el brillante doctor descubre el secreto de la vida humana y logra crear un ser vivo a partir de pedazos de cadáveres, lo que da como resultado un monstruo. Por el cual, a diferencia de otros relatos del tipo creador-criatura, en vez de enorgullecerse, siente asco y repulsión y elige abandonarlo.
El monstruo, como venganza, asesinará a los seres queridos del doctor, produciéndole así una desgracia sin igual, hasta que en el final del libro se enfrentan a muerte.
Las interpretaciones alrededor de esta historia clásica son inagotables pero los elementos a rescatar son tan prístinos, tan evidentes, que no es descabellado el estatus adquirido por la novela, no sólo un clásico del siglo XX sino un éxito inmediato en su época.
La novela define el arquetipo de la película de ciencia ficción pesimista: el experimento sale mal y el invento termina reventando al inventor. Esta idea se asocia al temor de los excesos de la ciencia y el poder humano bajo el concepto de hubris, es decir más poder del que se puede manejar o más del que corresponde usar, concepto griego a su vez citado como subtítulo del libro, Frankenstein o “el prometeo moderno”, ineludible referencia al mito griego donde el titán le roba el fuego a los dioses y sufre por ello un castigo eterno. La ciencia, al jugar con las fuerzas fundamentales del mundo, inevitablemente lleva a la tragedia.
En el juego de imitación del doctor Frankenstein con Dios es donde reside la tragedia del libro: mientras que en el relato bíblico Dios se enorgullece de su creación, hecha a su propia imagen y semejanza, Victor Frankenstein la rechaza por monstruosa y es en ese rechazo que el monstruo deviene una máquina de matar enemistada con su creador. Frankenstein parece operar entre el resquicio que dejan en el relato bíblico las opciones de las relaciones entre dios y sus creaciones. Mientras que Adan y Eva son expulsados por desobediencia y Lucifer cae por orgullo al querer usurpar el trono de Dios, Frankenstein es rechazado por el propio creador. Como especulamos en un ensayo anterior, la idea de Dios está siempre ligada a la de una paternidad abusiva. Teléfono, doctor Freud.
La idea de una computadora o robot que termina por asesinar a su creador o a un humano, a su vez está claramente influenciada por la idea Frankenstein, algo ya mencionado en nuestro artículo anterior. Frankenstein, referencia ineludible de esta clase de relatos, merece por sí mismo una entrada del canon, dada la influencia que mantiene sobre el resto de los relatos. Y, como también señalamos, también es, de alguna manera, una reversión del relato del génesis en el que Dios expulsa a Adán del paraíso y los relatos sobre la caída de Lucifer. Relatos de rebelión y de desobediencia, pero también de temor al reemplazo. Esta dialéctica de creador sujeto a posible rebelión está intrínsecamente relacionada con la propia dinámica de la ilustración y el romanticismo. Es por eso que, vía Frankenstein, la idea de que la ciencia misma se rebela contra el hombre y causa su destrucción se hace cada vez más popular y más patente a medida que avanza el siglo XX y la tecnología se vuelve cada vez más ubicua.
Además de compartir aspectos temáticos con Frankenstein (la rebelión contra el creador), Terminator también retoma elementos de dicha tradición, como puede ser un cierto aire noir en toda la película y una fuerte conexión con el horror gótico, del cual el mentado libro es el principal exponente.
En este sentido, Terminator es un ejemplo claro de un excelente Thriller con elementos fantásticos y de horror. Tal es así que el propio cyborg no es más que una versión metálica y algo infernal del propio humano, como si una parca de metal persiguiera a sus víctimas por toda la ciudad. La conjunción de thriller, con slasher y noir/gótico, deja a Terminator (junto con su costado mítico) más cerca del relato fantástico que de la ciencia ficción “dura”. Como dice el escritor David Foster Wallace en su crítica a Terminator 2 “Terminator (uno) es un relato Freudiano y Bíblico, en partes iguales”.
Máquinas en control
Por otra parte, la idea de máquinas que se rebelan contra sus creadores, más en clave Luciferina, son un tropo clásico de la ciencia ficción. Es decir, un esquema narrativo recurrente ¿Por qué ya de por sí la idea de ser reemplazados por otra especie es algo difícil de tragar para el ego humano cuanto peor resultaría ser reemplazado por un invento (o un hijo)?
Podemos nombrar los relatos sobre robots de Isaac Asimov, cuyo hito fundamental son las tres leyes de la robótica, construidas por el autor para garantizar que ningún autómata llegue a tomar la vida de un ser humano.
“A robot may not injure a human being or, through inaction, allow a human being to come to harm. A robot must obey orders given it by human beings except where such orders would conflict with the First Law. A robot must protect its own existence as long as such protection does not conflict with the First or Second Law.”2
Leyes que, desde luego, se rompen en “Yo, robot”. Porque ¿qué es la ley sino un llamado a la posibilidad de su transgresión?
Años de cine terminarán por introducir todos los tropos de la ciencia ficción más clásica en el lenguaje del cine y el de la computadora asesina sería recurrente. Pienso en Hal 9000, la computadora que controla la estación espacial en “2001 odisea en el espacio” y que intenta matar a los tripulantes de la nave. O en los replicantes de Blade Runner, por nombrar algún otro ejemplo. Tópico que, después de Terminator, sería central, por ejemplo, en Matrix.
Pienso también en Dr. Strangelove, película en la que un bombardero norteamericano cargado de ojivas nucleares malinterpreta una orden y pone rumbo a Moscú. Los rusos, alertados por la situación, dicen no poder hacer nada al respecto dado que cuentan con un dispositivo llamado Doomsday Machine que se activará, no matter what, al detectar alguna detonación nuclear en suelo ruso. Skynet parece ser un artefacto Kubrickiano: la mezcla perfecta entre Hal 9000 y la Doomsday Machine
Así, Skynet representa el temor último de la sociedad industrial: que las herramientas que creamos para sobrevivir sean aquellas que nos destruyan. Parábola explicada en la legendaria introducción de Odisea, en la elipsis que va desde el momento que el mono utiliza el hueso a modo de martillo a Hal 9000.
En el caso de las historietas tenemos como personaje a Ultrón, de los cómics de Marvel, que de alguna manera anticipa varios de los tropos de Skynet, y no podemos dejar de mencionar a Días del Futuro Pasado. En esta historia de los X-Men, Katy Pride viaja al pasado desde un futuro desolador y apocalíptico donde los mutantes son presa fácil de los centinelas para evitar un complot que da por resultado que se promulgue una ley anti mutantes y un futuro desolador. Teniendo en cuenta que James Cameron enfrentó varias denuncias por plagio (como el affaire Dark Angel y Cybersix) no sería para nada descabellado que haya tomado inspiración en esta historia, aunque esto pertenece al mundo de la especulación. Más allá del detalle judicial, muchos de los elementos de Terminator ya estaban presentes en esta obra monumental de los X-Men.
Conclusiones
Por todas las razones expuestas en este artículo, Terminator es una obra fundamental del canon. La capacidad de conjugar elementos de ciencia ficción, imaginería religiosa (¿ya dijimos que John Connor tiene las mismas iniciales que Jesucristo?), psicología freudiana, horror gótico y cine de acción, la vuelven una referencia indiscutida. La maestría de Cameron no reside en la originalidad de los temas tratados sino en la capacidad de conjugar toda esa densidad temático-simbólica en una película de calibre industrial. Terminator se vuelve una referencia absoluta, porque puede traer al gran público una cantidad de imágenes tan potentes que le valieron pasar a formar parte de la memoria colectiva, sumado a la idea de que, eventualmente, la relación entre el complejo militar industrial y la tecnología pueden llevar a la extinción humana, a que aún en esos casos la humanidad tiene una chance, y al legado quizá de una de las mejores heroínas de ciencia ficción de todos los tiempos, Sarah Connor, arquetipo de la madre-soldado.
Por estas razones, y por muchas otras que este artículo ni siquiera puede llegar a procesar, Terminator constituye, por lejos, uno de los pilares fundamentales de nuestra investigación.
Que, cabe aclarar, es la única junto a la original que conforman lo que a mi criterio son las dos películas canónicas de Terminator. El resto de los materiales (videojuegos, series de TV, películas, novelas y cómics) no los considero canónicos dado que son meras copias o codas de la película original, no aportan nada nuevo o bien empeoran el material original. La única que tiene algunos momentos rescatables es Termination Salvation, y el resto es simplemente basura.
“Un robot no puede dañar a un ser humano ni, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño. Un robot debe obedecer órdenes que le den los seres humanos, excepto cuando dichas órdenes entren en conflicto con la Primera Ley. Un robot debe proteger su propia existencia siempre que dicha protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley”.
Ojo que la demanda viene por el capítulo de Outer Limits llamado Soldier, que escribió Ellison: 2 soldados del futuro quedan atrapados en el tiempo, uno cae en Estados Unidos y una familia lo adopta. Cuando el otro soldado lo encuentra y se matan los dos en una pelea final, y queda picando si el soldado adoptado peleó porque era para lo que estaba programado o si lo hizo para salvar a su familia adoptiva. De I Have No Mouth... dice que tomaron la idea de Skynet de AM, la supercomputadora que toma conciencia pero keseyo, medio tirada de los pelos esa.
PD: excelente la nota, 2da vez que la leo.
Muy bueno. Leíste por casualidad el cuento I have no mouth and I must scream, de Harlan Ellison? Fue un poco predecesor de todo este sub-género. Una de las peores cosas que leí, en el buen sentido.